sobre ferreras. barroso. contreras roures zp
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El Mito :: Miscelánea :: Tema Libre
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sobre ferreras. barroso. contreras roures zp
Conocí a José Luis Rodríguez Zapatero un día que no puedo precisar en el bar Manolo, al lado del Congreso de los Diputados, en compañía de Jesús Caldera. Estaban entonces pergeñando la estrategia de la Nueva Vía. La verdad es que no tomé notas del encuentro –cosa que hago con todas las citas importantes (esto es para los que no entienden mi “memoria”)-, porque no pensé que tendría trascendencia.
Me pareció un hombre afable, quizá inseguro, y la verdad es que no me tomé muy en serio su proyecto. Todavía no se vislumbraba el Congreso donde sería elegido frente José Bono y también frente a Matilde Fernández y Rosa Diéz.
Luego pensé mucho en ese primer encuentro. La vida depara sorpresas y sólo la experiencia te permite no hacer juicios apresurados. Era Zapatero un diputado anodino. En casi veinte años de vida parlamentaria nadie podía recordar una intervención que hubiera dejado alguna impronta.
En el libro de José García Abad están magistralmente relatados los orígenes de Zapatero. Aquellas Juventudes Socialistas eran una magnífica escuela de poder donde el instinto de supervivencia dictaba la neutralización del adversario. Ser rápido, nombrar a quien no te pueda hacer sombra y ser inmisericorde con los enemigos son los pilares de la carrera política de Zapatero junto a una ausencia de proyecto político que le ha situado siempre en el utilitarismo.
Su primer mentor importante en la prensa fue Antonio García Ferreras. Me cuesta mucho criticar a este gran periodista. Cuando llegué por primera vez a la Cadena Ser, el 4 de septiembre de 1994, a las nueve y media de la noche, él era subdirector de informativos.
La Cadena Ser de la época de PRISA estrenaba tertulias en sus programas. Dirigía Hora 25 el inolvidable maestro Carlos Llamas. El director de informativos era Luis Fernández. No he conocido a nadie tan desapacible con sus subordinados que este hombre que tan largo recorrido ha tenido, flotando en todas las corrientes.
Recuerdo como si fuera hoy, que el primer día de tertulia estuvimos Nativel Preciado, Miguel Ángel Aguilar, mi querido amigo Carlos Mendo y yo.
Era la Ser mucho más transitable en el sentido personal: todos nos conocíamos. Los primeros días, Luis Fernández y Antonio García Ferreras nos miraban a los tertulianos como si fuéramos ovnis. No estaban acostumbrados a la opinión en la radio y a buen seguro, muchos de ellos pensaban que la empresa tiraba el dinero con nosotros.
Antonio García Ferreras fue ascendiendo por su indudable valía profesional. Primero, director de Informativos. Después, director general de la Ser. Luis Fernández se fue a gestionar los informativos de Telecinco.
Mis primeros encuentros con Luis Fernández fueron para contratarme para el espacio Fuego Cruzado. Era una copia del programa norteamericano “Cross-Fire”. Era un mini debate a velocidad endiablada entre dos personas en las antípodas ideológicas. Lo hicimos Federico Jiménez Losantos y yo. Entonces este periodista estaba radicalizado pero no había alcanzado las cotas de años después.
El programa siempre fue considerado un éxito y una regencia diaria del asunto más importante del día. Agonizaba Felipe González y el contubernio de Pedro J. Ramírez, José María Aznar y Baltasar Garzón, para meter en la cárcel al presidente del Gobierno, llevaba una velocidad mucho más que de crucero.
Recuerdo que entonces –y perdonen el reconocimiento- Antonio García Ferreras, que era uña y carne con Luis Fernández, decía, orgulloso de mi, que era el “mejor dialéctico de la prensa española”. Me divertí. Tengo que mirar mis agendas para recordar fechas. Pero el caso es que en aquella primera temporada, Juan Ramón Lucas, que era quien había elegido Luis Fernández para hacer el telediario de la noche en Telecinco, nos despidió en antena a finales de julio, hasta el día 10 de septiembre.
Nunca volvió a emitirse este programa. No teníamos firmado ningún contrato y por lo tanto, no había reclamación posible: era uno de esos pactos de caballeros que se los lleva el viento cuando sopla demasiado deprisa.
Y pasó septiembre, octubre, noviembre… Y un día, decidí llamar a Alejandro Echeverría presidente de Telecinco. No puedo decir que yo sea amigo de “Alecho”, que es como siempre le han llamado los que lo son. Pero había estado comiendo en mi casa de La Habana con su familia y teníamos una relación muy afable. Estuvo muy cariñoso. Me invitó a comer en su despacho, un piso de los más altos de la Torre Picasso; Madrid a sus pies.
En los postres fui directo.
-Alecho, ¿hay algún problema conmigo para que no volvamos a hacer Fuego Cruzado?
-En absoluto, tú eres un periodista de esta casa. No sólo no hay ningún problema, sino que cuando hay que hacer análisis electorales o ir al País Vasco siempre recomiendo que te llamen a ti.
Luego, al final, cuando nos despedimos, me confesó que yo no le caía precisamente bien a José María Aznar, que entonces era presidente del Gobierno. Le agradecí su claridad y su confianza. Y nunca empleé esto como argumento. Es la primera vez que lo escribo.
Entonces, que andaba muy justo de dinero, decidí con mi esposa Teresita, irnos unos años a La Habana donde en aquella época, la vida era mucho más económica que en España.
Corría el año 1999. La verdad que había agotado todas las posibilidades de tener más trabajo. Ningún medio al que llamé –nunca en mi vida había tenido que hacerlo hasta entonces-, me dio una oportunidad.
Quien quiera ver en estas líneas méritos por persecución, se equivoca: jamás lo había publicado. No puedo precisar más las fechas porque estoy en mi casa de Londres, y casi todas mis agendas están en Buenos Aires, sobre todo las de época tan lejana.
Hablé con Antonio García Ferreras para comunicarle mi decisión. Él, que sinceramente siempre me demostró que apreciaba mi trabajo y me valoraba como persona, me dijo: “Si el sonido es bueno, si el sonido es SER –siempre ha existido un prurito con sonido Ser que es una mezcla de forma de hacer la radio con la sonoridad de los programas-, me da igual dónde estés. No quiero que dejes esta casa”.
Andando el tiempo, un día, en la sala VIP de Telecinco, coincidí con Eduardo Zaplana. Estábamos los dos solos, bien de mañana.
-Cómo me pusiste anoche en Hora 25, -me soltó.
-Nada que no te merezcas, Eduardo, ya sabes cómo soy.
-Por cierto, –me dijo-. Hace tiempo que te quiero preguntar: ¿Por qué vives en La Habana?
En esta ocasión fui rápido.
-Gracias a vosotros.
Le conté a Eduardo Zaplana las dificultades que había tenido en la época en que Aznar era Presidente para trabajar más y ensanchar un poco mis ingresos. Le dije:
-Si tienes ocasión, agradéceselo a José María porque gracias a que nunca le caí bien he podio dar un sentido a mi vida con el que estoy conforme.
Llegó la cercanía de las elecciones del año 2000 y ya se había producido la catástrofe de la bicefalia en el PSOE entre Joaquín Almunia y Josep Borrell. Volvía yo en AVE de Sevilla y sonó el teléfono móvil. (Esta conversación literal la anoté en el mismo tren). Era Luis Fernández, todavía director de Telecinco.
-Carlos, enhorabuena. Vamos a recuperar Fuego Cruzado.
Intuí que no estaba todo claro y fui cauto y cáustico.
-¿Quienes vamos a hacer Fuego Cruzado?
-¿Quien va a ser? Federico y tú.
Fui rápido. Pensé en la debacle que se le avecinaba al PSOE y en los años en los que yo no pude hacer televisión. Le dije con ironía:
-Luis, y en esta ocasión, ¿a quien le toca defender al PSOE, a Federico o a mí?
Hubo unos momentos de silencio al otro lado de la línea. Y me dijo Luis:
-No te entiendo, Carlos.
-Es muy sencillo, -le respondí-. No he podido trabajar en Tele 5 por mi pensamiento de izquierda. El PSOE va a perder las elecciones…
¿Cuánto va a durar el programa en esta ocasión?
Luis me dijo sin alterarse.
-Los diez días hábiles de las dos semanas de la campaña electoral.
-Espera un momento –le dije-. ¿Me estás ofreciendo un trabajo de diez días para no poderme contratar en los próximos cuatro años?
-Bueno, es una forma no exacta de verlo…
-Y, ¿cuánto me ibas a pagar por hacer de gladiador romano durante diez días?
-La colaboración es muy buena. Cien mil pesetas (todavía no había llegado el Euro) por programa. Un millón de pesetas.
-Perdona, Luis. Pero me parece una oferta miserable. Un trabajo precario: un contrato de diez días para no poder trabajar después en cuatro años. No lo voy a hacer y desde ahora debes saber que en mi hambre mando yo, –le dije rememorando la frase del campesino andaluz cuando el cacique le quiso comprar el voto-.
Aquello le sentó fatal a Luis Fernández. Aquella noche me llamó Antonio García Ferreras diciéndome que Luis Fernández estaba indignado, porque yo le había llamado “miserable”. Traté de explicarle la diferencia que hay entre “una oferta miserable” y una persona “miserable”. Antonio lo entendió, Luís Fernández, que es una persona esencialmente rencorosa, todavía no lo ha digerido.
Fuego Cruzado se hizo. Los protagonistas fueron Federico Jiménez Losantos y Javier Pérez Royo. He de decir que no lo hicieron nada mal.
De aquellas amistades cruzadas entre Antonio García Ferreras, Luis Fernández, Miguel Barroso y José Miguel Contreras, estos dos socios de muchos años en negocios de televisión y en una empresa que se llamaba o se sigue llamando GECO, empezaron a diseñar una estrategia alternativa al Grupo PRISA para que su candidato tuviera su propio respaldo mediático. Las relaciones que estableció Antonio García Ferreras con Florentino Pérez y el Real Madrid fueron fundamentales para el nacimiento de La Sexta y Público. (Continuará mañana)
PD: Ignacio Escolar está empeñado en una ecuación falsa que le ha metido en un lío. Miento porque digo que Luis Fernández, presidente de RTVE, no pudo ofrecerme la dirección de Público cuando era un proyecto que no tenía ni siquiera nombre porque no tenía capacidad para ello. No tenía capacidad para ello y de ahí lo escandaloso de que lo hiciera. El que no tuviera representatividad no impide que lo hiciera.
Claro que no tenía capacidad. De ahí mi asombro y me escándalo de la connivencia que había entre el Gobierno, RTVE, y el grupo editor de Público y La Sexta. Yo mismo le pregunté a Luis Fernández si estaba autorizado para hacerme esa oferta. Si no entiende Ignacio Escolar la compatibilidad de mi afirmación y lo erróneo de sus conclusiones tiene un problema serio de comprensión.
PD 2. Pido un poco de paciencia porque quiero dar todos los detalles de esta historia y no quiero
Tengo que hacer unas aclaraciones previas que en una sociedad más reposada serían innecesarias. Ignacio Escolar, un periodista con amplia experiencia en redes sociales y una breve estancia en la dirección de Público, dijo ayer en Twitter que yo mentía. Y se metió en una historia que no es suya, porque aunque a él le parezca imposible, él no es el diario Público. Es un colaborador más y ha sido su efímero director.
No tengo nada contra él y se metió donde nadie le llamó. Creo que tiene un prestigio merecido en las redes y no es mal columnista. Por eso me llama la atención que diga que miento en algo que él ni siquiera conoció.
Luego salió Juan Ramón Lucas y formaron una cuña de Rugby para defender el honor supuestamente mancillado de Luis Fernández. Aquello convirtió Twitter en un torneo medieval en el que estos dos caballeros, sin tener ni idea, sin haber asistido a los hechos, dijeron que yo mentía cuando hablaba de algo que ellos no pudieron conocer. De repente Luis Fernández se convirtió en “su dama” y se batieron por su honor. Ellos sabrán.
Juan Ramón Lucas llegó más lejos. Según publicó, llamó a Luis Fernández y se convirtió otra vez en su portavoz o mayordomo. ¿Cuál es la relación de servidumbre que tiene Juan Ramón Lucas con Luis Fernández para salir sin que venga a cuento a defender a aquel?
El caso es que estos dos periodistas, por mucho que se empeñen, no tienen sitio en la historia que voy a contar, porque entre otras cosas no estaban en el escenario cuando ocurrieron los hechos. Ignacio Escolar era –y es- un brillante periodista de las tecnologías y José Ramón Lucas venía de fracasar en todos los proyectos de televisión en que había participado cuando la ambición de ganar más dinero le hizo apartarse de Tele 5. Hay una verdad que no se puede cuestionar: a Juan Ramón Lucas le ha ido bien siempre que ha estado a la sombra de Luis Fernández. En Tele 5 y en RTVE. En cuanto llegó el cuate de José Miguel Contreras, Miguel Barroso y García Ferreras al puesto de mando le dio a su eterno protegido dos programas, uno en Radio Nacional, en el que todavía anda, y otro en Televisión Española. Fernández es generoso con sus caballeros. Le conozco desde los tiempos de Tele 5.
Bien, basta de preámbulos. Me han llamado “mentiroso” y me dispongo a contar toda la verdad, nada más que la verdad y solamente la verdad. Y quien se haya forrado con las historias que voy a contar, que lo goce con salud si la Justicia no le alcanza.
Empezaré por el principio. Bueno, por la segunda parte del principio.
Corría el año 2005 y vivía yo tranquilo en La Habana, cuando asistí como ponente a un congreso en La Rioja sobre la lengua española, organizado por el ex presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo. Asistió el presidente José Luis Rodríguez Zapatero a la inauguración y en esos “vinos españoles” que tan ranciamente les gusta organizar a nuestras autoridades, el presidente se fijó en mí.
Nos saludamos y estuvo atento y amable conmigo: no nos conocíamos mucho y ahora tampoco. Me dijo: “llama a Miguel y nos vemos en La Moncloa”. Le dije: “¡claro; faltaría más!” Pero me quedé perplejo: Miguel (Barroso) ya no era secretario de Estado de Comunicación. Le habían buscado acomodo en la Casa de América, para un periodo de descompresión después de que Miguel Barroso en su condición de secretario de Estado hubiera preparado el reparto de las televisiones públicas: la Cuatro para PRISA y La SEXTA para su socio de toda la vida, José Miguel Contreras, Globomedia y un tal Jaume Roures, un izquierdista catalán que había estado ganando mucho dinero enganchado a la cadena de televisión catalana, en donde él y el Grupo Lavinia han tenido mando en plaza sobre todo con el tripartito.
Lo cierto es que yo, que soy de todo menos ingenuo, no llamé a Miguel Barroso sino a Fernando Moraleda, recién nombrado secretario de Estado de Comunicación. Le dije a Moraleda. “Fernado, el presidente ha debido tener un lapsus porque me ha dicho que le llame a Miguel Barroso para quedar con él (el presidente) y si el presidente me quiere ver, creo que te corresponde a ti organizarlo”. Fernando y yo sabíamos que el presidente no se había confundido porque Miguel Barroso siguió y sigue siendo –no sé cómo han quedado las cosas después de la aparatosa renuncia de Carme Chacón a las primarias- el hombre de comunicación del presidente.
Nunca se produjo encuentro en La Moncloa y yo, desde luego, no lo reclamé. Sí comí con Fernando Moraleda en el restaurante Solchaga, en la glorieta de Alonso Martínez, en una mesa por cierto incómoda.
Aquello se puso complicado. Notas cuando te halagan pretendiendo darte una satisfacción utilitaria.
Me dijo Moraleda.
-Carlos, el presidente y yo creemos que estamos en deuda contigo. No se han hecho todas las cosas bien en Moncloa con periodistas como tu.
Tranquilicé a mi interlocutor, convenciéndole que su apreciación era equivocada y que no había ninguna deuda y menos del presidente constitucional del Gobierno de España conmigo.
-Insistió Moraleda: ¿Cuándo piensas regresar a vivir a España? ¿No te gustaría volver y tener algún proyecto?
Hice una pausa cinematográfica y con la mejor de las sonrisas pronuncié una frase bíblica:
-“Fernando, todo lo que se pueda conseguir desde la presidencia del Gobierno me es ajeno. Nunca he trabajado para ningún gobierno, ni en la época de Felipe González, ni en la época de Aznar. No voy a cambiar las cosas ahora.”
-“Pero si quieres saber lo que me gustaría hacer, te lo diré pero advirtiéndote que no está en tus manos: me gustaría dirigir el periódico El País; y en su defecto, el programa Hoy por Hoy que va a dejar Iñaki Gabilondo. ¿No está en vuestras manos, verdad? Entonces es mejor que disfrutemos el almuerzo.”
Se quedó pasmado Fernando, supongo que digiriendo la ironía. Y entonces pasó a darme detalles del nombramiento de Luis Fernández como máximo responsable de RTVE.
-¿Qué te parece?, me dijo.
Recordé los viejos tiempos con Luis Fernández en Tele 5. Y le dije que era una persona inteligente y probablemente idónea. Añadí:
-“Lo mismo que accedió a no renovarme el contrato en el programa “Fuego Cruzado” porque José María Aznar no me podía soportar, hará un buen trabajo en Televisión Española. Yo era demasiado socialista de González entonces para tener un hueco en Televisión y me imagino que ahora no soy suficientemente zapaterista. Luis Fernández es un hombre que sabe perfectamente donde está el poder y no os va a defraudar.”
Acabamos el almuerzo y me anunció que Luis Fernández me llamaría. Como así fue.
El encuentro con Luis Fernández se produjo a los pocos días. Ocurrió en el restaurante Currito, en la Casa de Campo. Estaban en obras todos los accesos porque Alberto Ruiz Gallardón estaba generando deuda pública con la tuneladora de la M-30 y no era fácil llegar a Currito. Luis Fernández iba mucho a éste restaurante Vasco porque le pillaba a tiro de piedra de su despacho en Televisión Española.
No puedo decir que Fernández estuvo amable porque su infinita soberbia le impide estar relajado. Su tez oscura y su estatura reducida se acentúan con una mirada huraña que te está diciendo que más te vale estar de su lado. He comprobado que es un bravucón que se apendeja.(*)
Teníamos historia compartida. Pero eso lo dejo para el capítulo de mañana o pasado.
Me dijo:
-¿nunca has trabajado en Televisión Española?
Y yo le contesté la verdad, “nunca”. Pero añadí: “sólo la mitad del mérito es mío, porque nunca, ningún gobierno me ofreció nada. “¿Vienes a proponerme algo?”.
Seguimos conversando sin que hubiera una respuesta que yo no esperaba.
Y al final, casi en el queso y el vino, me abordó.
-¿Conoces el proyecto del periódico que se está preparando?
-¿Te refieres al que va a sacar Miguel Barroso y que está potenciado por La Moncloa?
-Bueno, no es exactamente así.
-Sí, he oído hablar de él.
-Creo que tu podrías ser un magnífico director. Te interesaría dirigir el proyecto, porque creo que serías la persona idónea.
-Sonreí como hago cuando quiero ser firme sin perder la calma. Y le dije literalmente:
-Luis, te diré dos cosas:
-Primera, a estas alturas de mi vida no conjugo el verbo “te gustaría”. Yo analizó un proyecto editorial, sus posibilidades de independencia política, las condiciones del contrato y doy una respuesta.Pero hay un inconveniente mayor: ¿No sabía que Público era un proyecto de Televisión Española. ¿Estás autorizado por los propietarios del periódico a hacerme esta oferta?
Eludió la respuesta directa. Habíamos llegado al café.
En ese momento nos cambiamos de mesa y fuimos a compartir un Gin and Tónic con el presidente de una poderosa multinacional discográfica y el hombre de la música en televisión española.
Nunca más hemos vuelto a hablar Luis Fernández y yo. En el tanatorio del inolvidable Carlos Llamas ostentosamente evito saludarme y allí tuve una gresca con José Miguel Contreras, presidente de La sexta. Pero eso lo guardamos para el capítulo de mañana. Continuará (II) De la “Guerra del Fútbol” a la colaboración económica entre RTVE y La Sexta.
PD: sólo me queda otra acedota real para completar el capítulo. Estaba teniendo yo una larga conversación posterior a estas fechas en el despacho de José Blanco cuando todavía era secretario de organización del PSOE. Estábamos distendidos. Cuando nos despedíamos le dije: “¿me aceptas dos sugerencias?”, “Claro –me dijo ante lo inevitable- poniéndose en guardia.”
La primera es una metáfora: “si yo fuera el padre de Zapatero no le dejaría ir a jugar a casa de Miguelito Barroso”.
Sonrió. “¿Y la segunda?”.
Protégete de Jaume Roures. Va a ser vuestro particular Javier de la Rosa.
Nos despedimos.
(*) “Un bravucón que se apendeja” es una expresión mexicana referida a un matón que se viene abajo cuando ya no tiene poder para intimidar.
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Me pareció un hombre afable, quizá inseguro, y la verdad es que no me tomé muy en serio su proyecto. Todavía no se vislumbraba el Congreso donde sería elegido frente José Bono y también frente a Matilde Fernández y Rosa Diéz.
Luego pensé mucho en ese primer encuentro. La vida depara sorpresas y sólo la experiencia te permite no hacer juicios apresurados. Era Zapatero un diputado anodino. En casi veinte años de vida parlamentaria nadie podía recordar una intervención que hubiera dejado alguna impronta.
En el libro de José García Abad están magistralmente relatados los orígenes de Zapatero. Aquellas Juventudes Socialistas eran una magnífica escuela de poder donde el instinto de supervivencia dictaba la neutralización del adversario. Ser rápido, nombrar a quien no te pueda hacer sombra y ser inmisericorde con los enemigos son los pilares de la carrera política de Zapatero junto a una ausencia de proyecto político que le ha situado siempre en el utilitarismo.
Su primer mentor importante en la prensa fue Antonio García Ferreras. Me cuesta mucho criticar a este gran periodista. Cuando llegué por primera vez a la Cadena Ser, el 4 de septiembre de 1994, a las nueve y media de la noche, él era subdirector de informativos.
La Cadena Ser de la época de PRISA estrenaba tertulias en sus programas. Dirigía Hora 25 el inolvidable maestro Carlos Llamas. El director de informativos era Luis Fernández. No he conocido a nadie tan desapacible con sus subordinados que este hombre que tan largo recorrido ha tenido, flotando en todas las corrientes.
Recuerdo como si fuera hoy, que el primer día de tertulia estuvimos Nativel Preciado, Miguel Ángel Aguilar, mi querido amigo Carlos Mendo y yo.
Era la Ser mucho más transitable en el sentido personal: todos nos conocíamos. Los primeros días, Luis Fernández y Antonio García Ferreras nos miraban a los tertulianos como si fuéramos ovnis. No estaban acostumbrados a la opinión en la radio y a buen seguro, muchos de ellos pensaban que la empresa tiraba el dinero con nosotros.
Antonio García Ferreras fue ascendiendo por su indudable valía profesional. Primero, director de Informativos. Después, director general de la Ser. Luis Fernández se fue a gestionar los informativos de Telecinco.
Mis primeros encuentros con Luis Fernández fueron para contratarme para el espacio Fuego Cruzado. Era una copia del programa norteamericano “Cross-Fire”. Era un mini debate a velocidad endiablada entre dos personas en las antípodas ideológicas. Lo hicimos Federico Jiménez Losantos y yo. Entonces este periodista estaba radicalizado pero no había alcanzado las cotas de años después.
El programa siempre fue considerado un éxito y una regencia diaria del asunto más importante del día. Agonizaba Felipe González y el contubernio de Pedro J. Ramírez, José María Aznar y Baltasar Garzón, para meter en la cárcel al presidente del Gobierno, llevaba una velocidad mucho más que de crucero.
Recuerdo que entonces –y perdonen el reconocimiento- Antonio García Ferreras, que era uña y carne con Luis Fernández, decía, orgulloso de mi, que era el “mejor dialéctico de la prensa española”. Me divertí. Tengo que mirar mis agendas para recordar fechas. Pero el caso es que en aquella primera temporada, Juan Ramón Lucas, que era quien había elegido Luis Fernández para hacer el telediario de la noche en Telecinco, nos despidió en antena a finales de julio, hasta el día 10 de septiembre.
Nunca volvió a emitirse este programa. No teníamos firmado ningún contrato y por lo tanto, no había reclamación posible: era uno de esos pactos de caballeros que se los lleva el viento cuando sopla demasiado deprisa.
Y pasó septiembre, octubre, noviembre… Y un día, decidí llamar a Alejandro Echeverría presidente de Telecinco. No puedo decir que yo sea amigo de “Alecho”, que es como siempre le han llamado los que lo son. Pero había estado comiendo en mi casa de La Habana con su familia y teníamos una relación muy afable. Estuvo muy cariñoso. Me invitó a comer en su despacho, un piso de los más altos de la Torre Picasso; Madrid a sus pies.
En los postres fui directo.
-Alecho, ¿hay algún problema conmigo para que no volvamos a hacer Fuego Cruzado?
-En absoluto, tú eres un periodista de esta casa. No sólo no hay ningún problema, sino que cuando hay que hacer análisis electorales o ir al País Vasco siempre recomiendo que te llamen a ti.
Luego, al final, cuando nos despedimos, me confesó que yo no le caía precisamente bien a José María Aznar, que entonces era presidente del Gobierno. Le agradecí su claridad y su confianza. Y nunca empleé esto como argumento. Es la primera vez que lo escribo.
Entonces, que andaba muy justo de dinero, decidí con mi esposa Teresita, irnos unos años a La Habana donde en aquella época, la vida era mucho más económica que en España.
Corría el año 1999. La verdad que había agotado todas las posibilidades de tener más trabajo. Ningún medio al que llamé –nunca en mi vida había tenido que hacerlo hasta entonces-, me dio una oportunidad.
Quien quiera ver en estas líneas méritos por persecución, se equivoca: jamás lo había publicado. No puedo precisar más las fechas porque estoy en mi casa de Londres, y casi todas mis agendas están en Buenos Aires, sobre todo las de época tan lejana.
Hablé con Antonio García Ferreras para comunicarle mi decisión. Él, que sinceramente siempre me demostró que apreciaba mi trabajo y me valoraba como persona, me dijo: “Si el sonido es bueno, si el sonido es SER –siempre ha existido un prurito con sonido Ser que es una mezcla de forma de hacer la radio con la sonoridad de los programas-, me da igual dónde estés. No quiero que dejes esta casa”.
Andando el tiempo, un día, en la sala VIP de Telecinco, coincidí con Eduardo Zaplana. Estábamos los dos solos, bien de mañana.
-Cómo me pusiste anoche en Hora 25, -me soltó.
-Nada que no te merezcas, Eduardo, ya sabes cómo soy.
-Por cierto, –me dijo-. Hace tiempo que te quiero preguntar: ¿Por qué vives en La Habana?
En esta ocasión fui rápido.
-Gracias a vosotros.
Le conté a Eduardo Zaplana las dificultades que había tenido en la época en que Aznar era Presidente para trabajar más y ensanchar un poco mis ingresos. Le dije:
-Si tienes ocasión, agradéceselo a José María porque gracias a que nunca le caí bien he podio dar un sentido a mi vida con el que estoy conforme.
Llegó la cercanía de las elecciones del año 2000 y ya se había producido la catástrofe de la bicefalia en el PSOE entre Joaquín Almunia y Josep Borrell. Volvía yo en AVE de Sevilla y sonó el teléfono móvil. (Esta conversación literal la anoté en el mismo tren). Era Luis Fernández, todavía director de Telecinco.
-Carlos, enhorabuena. Vamos a recuperar Fuego Cruzado.
Intuí que no estaba todo claro y fui cauto y cáustico.
-¿Quienes vamos a hacer Fuego Cruzado?
-¿Quien va a ser? Federico y tú.
Fui rápido. Pensé en la debacle que se le avecinaba al PSOE y en los años en los que yo no pude hacer televisión. Le dije con ironía:
-Luis, y en esta ocasión, ¿a quien le toca defender al PSOE, a Federico o a mí?
Hubo unos momentos de silencio al otro lado de la línea. Y me dijo Luis:
-No te entiendo, Carlos.
-Es muy sencillo, -le respondí-. No he podido trabajar en Tele 5 por mi pensamiento de izquierda. El PSOE va a perder las elecciones…
¿Cuánto va a durar el programa en esta ocasión?
Luis me dijo sin alterarse.
-Los diez días hábiles de las dos semanas de la campaña electoral.
-Espera un momento –le dije-. ¿Me estás ofreciendo un trabajo de diez días para no poderme contratar en los próximos cuatro años?
-Bueno, es una forma no exacta de verlo…
-Y, ¿cuánto me ibas a pagar por hacer de gladiador romano durante diez días?
-La colaboración es muy buena. Cien mil pesetas (todavía no había llegado el Euro) por programa. Un millón de pesetas.
-Perdona, Luis. Pero me parece una oferta miserable. Un trabajo precario: un contrato de diez días para no poder trabajar después en cuatro años. No lo voy a hacer y desde ahora debes saber que en mi hambre mando yo, –le dije rememorando la frase del campesino andaluz cuando el cacique le quiso comprar el voto-.
Aquello le sentó fatal a Luis Fernández. Aquella noche me llamó Antonio García Ferreras diciéndome que Luis Fernández estaba indignado, porque yo le había llamado “miserable”. Traté de explicarle la diferencia que hay entre “una oferta miserable” y una persona “miserable”. Antonio lo entendió, Luís Fernández, que es una persona esencialmente rencorosa, todavía no lo ha digerido.
Fuego Cruzado se hizo. Los protagonistas fueron Federico Jiménez Losantos y Javier Pérez Royo. He de decir que no lo hicieron nada mal.
De aquellas amistades cruzadas entre Antonio García Ferreras, Luis Fernández, Miguel Barroso y José Miguel Contreras, estos dos socios de muchos años en negocios de televisión y en una empresa que se llamaba o se sigue llamando GECO, empezaron a diseñar una estrategia alternativa al Grupo PRISA para que su candidato tuviera su propio respaldo mediático. Las relaciones que estableció Antonio García Ferreras con Florentino Pérez y el Real Madrid fueron fundamentales para el nacimiento de La Sexta y Público. (Continuará mañana)
PD: Ignacio Escolar está empeñado en una ecuación falsa que le ha metido en un lío. Miento porque digo que Luis Fernández, presidente de RTVE, no pudo ofrecerme la dirección de Público cuando era un proyecto que no tenía ni siquiera nombre porque no tenía capacidad para ello. No tenía capacidad para ello y de ahí lo escandaloso de que lo hiciera. El que no tuviera representatividad no impide que lo hiciera.
Claro que no tenía capacidad. De ahí mi asombro y me escándalo de la connivencia que había entre el Gobierno, RTVE, y el grupo editor de Público y La Sexta. Yo mismo le pregunté a Luis Fernández si estaba autorizado para hacerme esa oferta. Si no entiende Ignacio Escolar la compatibilidad de mi afirmación y lo erróneo de sus conclusiones tiene un problema serio de comprensión.
PD 2. Pido un poco de paciencia porque quiero dar todos los detalles de esta historia y no quiero
Tengo que hacer unas aclaraciones previas que en una sociedad más reposada serían innecesarias. Ignacio Escolar, un periodista con amplia experiencia en redes sociales y una breve estancia en la dirección de Público, dijo ayer en Twitter que yo mentía. Y se metió en una historia que no es suya, porque aunque a él le parezca imposible, él no es el diario Público. Es un colaborador más y ha sido su efímero director.
No tengo nada contra él y se metió donde nadie le llamó. Creo que tiene un prestigio merecido en las redes y no es mal columnista. Por eso me llama la atención que diga que miento en algo que él ni siquiera conoció.
Luego salió Juan Ramón Lucas y formaron una cuña de Rugby para defender el honor supuestamente mancillado de Luis Fernández. Aquello convirtió Twitter en un torneo medieval en el que estos dos caballeros, sin tener ni idea, sin haber asistido a los hechos, dijeron que yo mentía cuando hablaba de algo que ellos no pudieron conocer. De repente Luis Fernández se convirtió en “su dama” y se batieron por su honor. Ellos sabrán.
Juan Ramón Lucas llegó más lejos. Según publicó, llamó a Luis Fernández y se convirtió otra vez en su portavoz o mayordomo. ¿Cuál es la relación de servidumbre que tiene Juan Ramón Lucas con Luis Fernández para salir sin que venga a cuento a defender a aquel?
El caso es que estos dos periodistas, por mucho que se empeñen, no tienen sitio en la historia que voy a contar, porque entre otras cosas no estaban en el escenario cuando ocurrieron los hechos. Ignacio Escolar era –y es- un brillante periodista de las tecnologías y José Ramón Lucas venía de fracasar en todos los proyectos de televisión en que había participado cuando la ambición de ganar más dinero le hizo apartarse de Tele 5. Hay una verdad que no se puede cuestionar: a Juan Ramón Lucas le ha ido bien siempre que ha estado a la sombra de Luis Fernández. En Tele 5 y en RTVE. En cuanto llegó el cuate de José Miguel Contreras, Miguel Barroso y García Ferreras al puesto de mando le dio a su eterno protegido dos programas, uno en Radio Nacional, en el que todavía anda, y otro en Televisión Española. Fernández es generoso con sus caballeros. Le conozco desde los tiempos de Tele 5.
Bien, basta de preámbulos. Me han llamado “mentiroso” y me dispongo a contar toda la verdad, nada más que la verdad y solamente la verdad. Y quien se haya forrado con las historias que voy a contar, que lo goce con salud si la Justicia no le alcanza.
Empezaré por el principio. Bueno, por la segunda parte del principio.
Corría el año 2005 y vivía yo tranquilo en La Habana, cuando asistí como ponente a un congreso en La Rioja sobre la lengua española, organizado por el ex presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo. Asistió el presidente José Luis Rodríguez Zapatero a la inauguración y en esos “vinos españoles” que tan ranciamente les gusta organizar a nuestras autoridades, el presidente se fijó en mí.
Nos saludamos y estuvo atento y amable conmigo: no nos conocíamos mucho y ahora tampoco. Me dijo: “llama a Miguel y nos vemos en La Moncloa”. Le dije: “¡claro; faltaría más!” Pero me quedé perplejo: Miguel (Barroso) ya no era secretario de Estado de Comunicación. Le habían buscado acomodo en la Casa de América, para un periodo de descompresión después de que Miguel Barroso en su condición de secretario de Estado hubiera preparado el reparto de las televisiones públicas: la Cuatro para PRISA y La SEXTA para su socio de toda la vida, José Miguel Contreras, Globomedia y un tal Jaume Roures, un izquierdista catalán que había estado ganando mucho dinero enganchado a la cadena de televisión catalana, en donde él y el Grupo Lavinia han tenido mando en plaza sobre todo con el tripartito.
Lo cierto es que yo, que soy de todo menos ingenuo, no llamé a Miguel Barroso sino a Fernando Moraleda, recién nombrado secretario de Estado de Comunicación. Le dije a Moraleda. “Fernado, el presidente ha debido tener un lapsus porque me ha dicho que le llame a Miguel Barroso para quedar con él (el presidente) y si el presidente me quiere ver, creo que te corresponde a ti organizarlo”. Fernando y yo sabíamos que el presidente no se había confundido porque Miguel Barroso siguió y sigue siendo –no sé cómo han quedado las cosas después de la aparatosa renuncia de Carme Chacón a las primarias- el hombre de comunicación del presidente.
Nunca se produjo encuentro en La Moncloa y yo, desde luego, no lo reclamé. Sí comí con Fernando Moraleda en el restaurante Solchaga, en la glorieta de Alonso Martínez, en una mesa por cierto incómoda.
Aquello se puso complicado. Notas cuando te halagan pretendiendo darte una satisfacción utilitaria.
Me dijo Moraleda.
-Carlos, el presidente y yo creemos que estamos en deuda contigo. No se han hecho todas las cosas bien en Moncloa con periodistas como tu.
Tranquilicé a mi interlocutor, convenciéndole que su apreciación era equivocada y que no había ninguna deuda y menos del presidente constitucional del Gobierno de España conmigo.
-Insistió Moraleda: ¿Cuándo piensas regresar a vivir a España? ¿No te gustaría volver y tener algún proyecto?
Hice una pausa cinematográfica y con la mejor de las sonrisas pronuncié una frase bíblica:
-“Fernando, todo lo que se pueda conseguir desde la presidencia del Gobierno me es ajeno. Nunca he trabajado para ningún gobierno, ni en la época de Felipe González, ni en la época de Aznar. No voy a cambiar las cosas ahora.”
-“Pero si quieres saber lo que me gustaría hacer, te lo diré pero advirtiéndote que no está en tus manos: me gustaría dirigir el periódico El País; y en su defecto, el programa Hoy por Hoy que va a dejar Iñaki Gabilondo. ¿No está en vuestras manos, verdad? Entonces es mejor que disfrutemos el almuerzo.”
Se quedó pasmado Fernando, supongo que digiriendo la ironía. Y entonces pasó a darme detalles del nombramiento de Luis Fernández como máximo responsable de RTVE.
-¿Qué te parece?, me dijo.
Recordé los viejos tiempos con Luis Fernández en Tele 5. Y le dije que era una persona inteligente y probablemente idónea. Añadí:
-“Lo mismo que accedió a no renovarme el contrato en el programa “Fuego Cruzado” porque José María Aznar no me podía soportar, hará un buen trabajo en Televisión Española. Yo era demasiado socialista de González entonces para tener un hueco en Televisión y me imagino que ahora no soy suficientemente zapaterista. Luis Fernández es un hombre que sabe perfectamente donde está el poder y no os va a defraudar.”
Acabamos el almuerzo y me anunció que Luis Fernández me llamaría. Como así fue.
El encuentro con Luis Fernández se produjo a los pocos días. Ocurrió en el restaurante Currito, en la Casa de Campo. Estaban en obras todos los accesos porque Alberto Ruiz Gallardón estaba generando deuda pública con la tuneladora de la M-30 y no era fácil llegar a Currito. Luis Fernández iba mucho a éste restaurante Vasco porque le pillaba a tiro de piedra de su despacho en Televisión Española.
No puedo decir que Fernández estuvo amable porque su infinita soberbia le impide estar relajado. Su tez oscura y su estatura reducida se acentúan con una mirada huraña que te está diciendo que más te vale estar de su lado. He comprobado que es un bravucón que se apendeja.(*)
Teníamos historia compartida. Pero eso lo dejo para el capítulo de mañana o pasado.
Me dijo:
-¿nunca has trabajado en Televisión Española?
Y yo le contesté la verdad, “nunca”. Pero añadí: “sólo la mitad del mérito es mío, porque nunca, ningún gobierno me ofreció nada. “¿Vienes a proponerme algo?”.
Seguimos conversando sin que hubiera una respuesta que yo no esperaba.
Y al final, casi en el queso y el vino, me abordó.
-¿Conoces el proyecto del periódico que se está preparando?
-¿Te refieres al que va a sacar Miguel Barroso y que está potenciado por La Moncloa?
-Bueno, no es exactamente así.
-Sí, he oído hablar de él.
-Creo que tu podrías ser un magnífico director. Te interesaría dirigir el proyecto, porque creo que serías la persona idónea.
-Sonreí como hago cuando quiero ser firme sin perder la calma. Y le dije literalmente:
-Luis, te diré dos cosas:
-Primera, a estas alturas de mi vida no conjugo el verbo “te gustaría”. Yo analizó un proyecto editorial, sus posibilidades de independencia política, las condiciones del contrato y doy una respuesta.Pero hay un inconveniente mayor: ¿No sabía que Público era un proyecto de Televisión Española. ¿Estás autorizado por los propietarios del periódico a hacerme esta oferta?
Eludió la respuesta directa. Habíamos llegado al café.
En ese momento nos cambiamos de mesa y fuimos a compartir un Gin and Tónic con el presidente de una poderosa multinacional discográfica y el hombre de la música en televisión española.
Nunca más hemos vuelto a hablar Luis Fernández y yo. En el tanatorio del inolvidable Carlos Llamas ostentosamente evito saludarme y allí tuve una gresca con José Miguel Contreras, presidente de La sexta. Pero eso lo guardamos para el capítulo de mañana. Continuará (II) De la “Guerra del Fútbol” a la colaboración económica entre RTVE y La Sexta.
PD: sólo me queda otra acedota real para completar el capítulo. Estaba teniendo yo una larga conversación posterior a estas fechas en el despacho de José Blanco cuando todavía era secretario de organización del PSOE. Estábamos distendidos. Cuando nos despedíamos le dije: “¿me aceptas dos sugerencias?”, “Claro –me dijo ante lo inevitable- poniéndose en guardia.”
La primera es una metáfora: “si yo fuera el padre de Zapatero no le dejaría ir a jugar a casa de Miguelito Barroso”.
Sonrió. “¿Y la segunda?”.
Protégete de Jaume Roures. Va a ser vuestro particular Javier de la Rosa.
Nos despedimos.
(*) “Un bravucón que se apendeja” es una expresión mexicana referida a un matón que se viene abajo cuando ya no tiene poder para intimidar.
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pantuflo- Moderador
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Re: sobre ferreras. barroso. contreras roures zp
Estos tíos están locos, no Pantu? O si no estan locos por lo menos son paranoicos, que me parece que son unos tipos muy inteligentes pero algo raros, que no dicen más que tonterias que son consideradas cosas muy inteligentes por parte de los otros, que están tan locos como ellos o, en el mejor de los casos, son más paranoicos que ellos. A mí me dan miedo. Cuando me voy a la cama y creo que me he portado mal, pienso que va a venir uno de ellos a buscarme y a contarme sus vida y sus paranoias y me voy a despertar convertido en escarabajo. Creo que algo así le paso a Kafka- Pero no estoy muy seguro de ello, porque no conocía a estos tipos de los que hablas. Debió conocer a sus antepasados. Pobre Kafka, me lo imagino tomandose un té con el abuelo de alguno de ellos y teniendo pesadillas. No me extraña que se convirtiera en un escarabajo.
Blanco Nuclear- 1 Champions
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