11 S
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11 S
manul jabois
Aquella tarde fue a apostarse una pareja de policías bajo el santuario de A Peregrina en la más efectiva señal de paranoia que se radiaba desde la zona cero. Había visto el atentado en directo desde la Redacción de Diario de Pontevedra, en uno de esos informativos confusos que elucubraban sobre la razón de impacto, y permanecí durante minutos con la mirada pegada al televisor mientras llamaba por teléfono sin cesar a unos y otros, a los que sólo informaba de humo y grandes llamaradas de forma tan inconexa que parecía estar narrando la noche de San Juan en la playa de Riazor. Del estupor me sacó el plano del avión hundiéndose en las tripas de la segunda torre, desgajándola en un harakiri terrible mientras se extendía aquel quejido de acero por todo el mundo, como una bestia herida de muerte que empieza a derrumbarse sobre sí misma a plazos; un boxeador espantado al que talan de un golpe seco y se viene de bruces, imparable, contra el suelo.
Había en el periódico programadas dos páginas de Mundo y catorce de Pontevedra que acabaron convirtiéndose en cuarenta y una respectivamente. Días después, deglutido el atentado, escribí las seis primeras páginas del diario; jamás he vuelto a escribir tanto en tan pocas horas, ni describir tanto horror y tanta angustia desde un lugar tan absurdo. Veo ahora las imágenes y pienso que el mundo no ha cambiado, sino retrocedido. Sigue siendo el mismo, pero diez años peor. La bomba es un descenso a los tiempos, una búsqueda de la pureza y la esencia; un viaje siglos atrás al ideal no arropado por el manto de la civilización sino sujeto a religiones y dioses impasibles, a territorios de tradiciones intocables y ritos apolillados. Por cada cuerpo que se tiraba por las ventanas de las Torres Gemelas había un homosexual ahorcado en Irán, por cada exaltación colectiva en Cisjordania una adúltera lapidada y por cada brindis de champán de la gauché antiamericana, por cada puño eufórico de los que echaban en cara el golpe chileno y pasaban las cuentas de la venganza como si fueran las del rosario de la ignominia, se venían cines cerrados, libros quemados y cerrazón moral; catacumba del pensamiento y trompo ilustre desde París en dirección a Jalalabad. La derrota del terrorismo es invisible porque los muertos de atrás sirven para justificar los presentes y los del futuro para ajusticiarlos.
Del 11S prefiero recordar a esos dos policías mirando el cielo delante de una iglesia de Pontevedra a punto de llevarse la mano a la pistola. Tengo para mí que es la postal exacta del horror.
Aquella tarde fue a apostarse una pareja de policías bajo el santuario de A Peregrina en la más efectiva señal de paranoia que se radiaba desde la zona cero. Había visto el atentado en directo desde la Redacción de Diario de Pontevedra, en uno de esos informativos confusos que elucubraban sobre la razón de impacto, y permanecí durante minutos con la mirada pegada al televisor mientras llamaba por teléfono sin cesar a unos y otros, a los que sólo informaba de humo y grandes llamaradas de forma tan inconexa que parecía estar narrando la noche de San Juan en la playa de Riazor. Del estupor me sacó el plano del avión hundiéndose en las tripas de la segunda torre, desgajándola en un harakiri terrible mientras se extendía aquel quejido de acero por todo el mundo, como una bestia herida de muerte que empieza a derrumbarse sobre sí misma a plazos; un boxeador espantado al que talan de un golpe seco y se viene de bruces, imparable, contra el suelo.
Había en el periódico programadas dos páginas de Mundo y catorce de Pontevedra que acabaron convirtiéndose en cuarenta y una respectivamente. Días después, deglutido el atentado, escribí las seis primeras páginas del diario; jamás he vuelto a escribir tanto en tan pocas horas, ni describir tanto horror y tanta angustia desde un lugar tan absurdo. Veo ahora las imágenes y pienso que el mundo no ha cambiado, sino retrocedido. Sigue siendo el mismo, pero diez años peor. La bomba es un descenso a los tiempos, una búsqueda de la pureza y la esencia; un viaje siglos atrás al ideal no arropado por el manto de la civilización sino sujeto a religiones y dioses impasibles, a territorios de tradiciones intocables y ritos apolillados. Por cada cuerpo que se tiraba por las ventanas de las Torres Gemelas había un homosexual ahorcado en Irán, por cada exaltación colectiva en Cisjordania una adúltera lapidada y por cada brindis de champán de la gauché antiamericana, por cada puño eufórico de los que echaban en cara el golpe chileno y pasaban las cuentas de la venganza como si fueran las del rosario de la ignominia, se venían cines cerrados, libros quemados y cerrazón moral; catacumba del pensamiento y trompo ilustre desde París en dirección a Jalalabad. La derrota del terrorismo es invisible porque los muertos de atrás sirven para justificar los presentes y los del futuro para ajusticiarlos.
Del 11S prefiero recordar a esos dos policías mirando el cielo delante de una iglesia de Pontevedra a punto de llevarse la mano a la pistola. Tengo para mí que es la postal exacta del horror.
pantuflo- Moderador
- Mensajes : 34984
Fecha de inscripción : 14/02/2010
Localización : barcelona
Re: 11 S
Pues qué quieres que te diga. A mi la víctimas del 11S me dan pena. Pero me dan tanta pena como cualquier víctima civil de un atentado terrorista. En España tenemos más de 1.000 víctimas por terrorismos varios de todos los colores y yo no he visto a nadie en Nueva York, ni en Berlín, ni en Londres, ni tan siquiera en Madrid y mucho menos en Barcelona o en Vitoria, montar la que están montando, que parece que sean las únicas víctimas de la historia desde el atentado de Bruto contra Julio César en los Idus de Marzo. Lo siento mucho si alguien me malinterpreta, pero desde que el mundo es mundo el mal existe y las víctimas inocentes de la maldad humana existen y parece que sólo nos damos cuenta de ello cuando el mal toca a los americanos. Del Norte, por supuesto.
Blanco Nuclear- 1 Champions
- Mensajes : 20323
Fecha de inscripción : 08/03/2010
Re: 11 S
hombre a mi es que lo americanos del norte me han dado tantas alegrias que los siento como si fuera españoles. john ford , elvis, nba, spielberg, lucas, coppola, groucho, el desembarco de normandia .... las vidas valen igual todas. pero los sentimkentos son personales. no es lo mismo que se muera mi abuelo que el abuelo de heidi. yo tengo españa y eeeuu y holanda como mas cercanos. por tanto me afecta mas .
pantuflo- Moderador
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Localización : barcelona
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