una historia preferente
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una historia preferente
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Se llama Rosa María, tiene 34 años, un retraso profundo desde que nació sin oxígeno, una metralleta de besos -mua, mua, mua, mua- y un mapa del tesoro falso.
Lo supo el día en que sus padres fueron al banco a preguntar por sus 14.000 euros y el de la ventanilla salió encogiéndose de hombros y con un fajo de billetes de pega. Que no. Que en la cartilla no estaban los dineros. Que habían sido unos guarros con el cerdito de la niña.
Rosa sola es El Rosal, un pueblo pontevedrés del Bajo Miño donde la estafa descomunal de las participaciones preferentes ha llenado de espinas lo que antes era un parterre de flores. Aquí no duele el Ibex 35. Ni importa lo que diga la Merkel. Ni los 62.000 millones para salvar a los bancos. Aquí la cuestión es otra.
¿Quién rescata a Rosiña?
La pregunta es la misma en el caso de Bienvenida Fidalgo, que estuvo 35 años cuidando de sus suegros y viviendo con ellos sin salir del pueblo. Y que cuando la pareja de ancianos falleció comprobó que era de mentira preferente aquella cuenta a plazo fijo con 60.000 euros.
La pregunta se la hace Ana Belén Álvarez, que inmoló sin saberlo todos sus ahorros y los de la niña, 18.000 en total. Y que ha tenido que regresar a vivir a casa de su madre después del tocomocho del banco.
La pregunta la lleva Arximiro Martínez atravesada en el estómago. Arximiro, que tiene un contrato envenenado de letra pequeña, en la que se especifica que no podrá sacar su dinero hasta el 9999. Como se lee. Repetimos: hasta el 9999. Esto es, cuando Arximiro cumpla 8.046 años.
De los 7.000 vecinos de El Rosal, 800 familias (más de 2.000 afectados) perdieron sus ahorros en la ruleta rusa de este producto bancario complejo y de alto riesgo. Con el cepo escondido bajo la moqueta de la sucursal de Novagalicia que hay en la rúa Ramón Franco. Entraban al banco, les recibía el hombre de confianza de siempre, les decía que aquello era seguro y el vecino/cliente/amigo/pariente pisaba la trampilla.
Hubo a quienes les dieron cambiazo sin avisar. Hubo analfabetos de los de no saber leer que fueron esquilmados tras firmar con la huella dactilar. Luego estuvo lo de Rosiña.
Cuando María del Carmen rompió aguas y la hija le nació al bies, Juan -el marinero que no sabía nadar- estaba en la mar. De aquel parto nació este sol. Grandón. Borrachito de besos. Ciego de abrazos. Pero Juan y María no se dejaron arredrar: la niña tenía casi un 80% de discapacidad, y qué. Juan trabajaba desde los 10 años. María del Carmen era capaz de desollarse nudillos y rodillas fregando escaleras. Todos los dolores de fin de mes serían por Rosa María.
«Empezamos desde cero. No teníamos luz. Mi marido andaba hasta seis meses en la mar. Nunca salimos del pueblo. Nunca gastamos. Nunca tiramos el dinero. Si nos privamos de todo fue para que estudiara el hijo. Y para que Rosiña tuviera algo. Poco. Lo que se pudiera».
-¿Pero esto será algo seguro? -le inquirió al del banco-. Es para la Rosiña y no queremos tocarlo.
-Seguro, no. Segurísimo.
Habla despacio María del Carmen, que ya no puede trabajar a causa de la fibromialgia. Responde apoyado en las muletas Juan, baldado a causa de una estenosis medular.
Y Rosiña mira a un lado y a otro, como si viera una final Nadal-Djokovic. Palmaditas muy rápidas cada vez que termina un punto. Sonrisa sin venir a cuento en este silencio de tierra batida que es la madre.
«En el pueblo nos tocó la lotería, pero al revés», resume Arximiro este cuadro. «Nos robaron».
Amanece y María del Carmen despierta a Rosa para bañarla.
-Mamá, ¿devolvieron ya el dinero?
A la hora de comer, a la hija le asalta una duda.
-¿Qué hicieron con mi dinero?
Antes de dormir, tras los besos en la frente -mua, mua, mua...-, «la cría» hace cuentas.
-Madre, ¿y mañana me lo darán?
«Y así un día, y otro, y otro, a todas horas desde que nos enteramos en mayo... Ay, filliña mía».
La historia nos la contó palidísima María del Carmen, confundida entre un centenar de vecinos que se manifestaba a las puertas de la oficina de Novagalicia, el improvisado muro de las lamentaciones de El Rosal.
Un total de 10 millones de euros han volado entre los ahorradores del concello y la solución se cuece hoy en una marmita aderezada por la entidad bancaria, la conselleria de Industria y la propia Xunta de Galicia. Un guiso que no sacia.
María del Carmen ya le ha dicho a la hija que no irán a la pizzería. Con los 14.000 euros, la fibromialgia dolía menos. Y era menos incapacitante la estenosis medular. María del Carmen entiende todo y asiente. Lo de que ella firmó. Lo de que no leyó. Lo que quieran.
Pero quién. A ver, quién rescata ahora a Rosiña.
ORBYT.es
> Vea las imágenes de Rosa y El Rosal, una historia sobre la estafa de las preferentes
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Se llama Rosa María, tiene 34 años, un retraso profundo desde que nació sin oxígeno, una metralleta de besos -mua, mua, mua, mua- y un mapa del tesoro falso.
Lo supo el día en que sus padres fueron al banco a preguntar por sus 14.000 euros y el de la ventanilla salió encogiéndose de hombros y con un fajo de billetes de pega. Que no. Que en la cartilla no estaban los dineros. Que habían sido unos guarros con el cerdito de la niña.
Rosa sola es El Rosal, un pueblo pontevedrés del Bajo Miño donde la estafa descomunal de las participaciones preferentes ha llenado de espinas lo que antes era un parterre de flores. Aquí no duele el Ibex 35. Ni importa lo que diga la Merkel. Ni los 62.000 millones para salvar a los bancos. Aquí la cuestión es otra.
¿Quién rescata a Rosiña?
La pregunta es la misma en el caso de Bienvenida Fidalgo, que estuvo 35 años cuidando de sus suegros y viviendo con ellos sin salir del pueblo. Y que cuando la pareja de ancianos falleció comprobó que era de mentira preferente aquella cuenta a plazo fijo con 60.000 euros.
La pregunta se la hace Ana Belén Álvarez, que inmoló sin saberlo todos sus ahorros y los de la niña, 18.000 en total. Y que ha tenido que regresar a vivir a casa de su madre después del tocomocho del banco.
La pregunta la lleva Arximiro Martínez atravesada en el estómago. Arximiro, que tiene un contrato envenenado de letra pequeña, en la que se especifica que no podrá sacar su dinero hasta el 9999. Como se lee. Repetimos: hasta el 9999. Esto es, cuando Arximiro cumpla 8.046 años.
De los 7.000 vecinos de El Rosal, 800 familias (más de 2.000 afectados) perdieron sus ahorros en la ruleta rusa de este producto bancario complejo y de alto riesgo. Con el cepo escondido bajo la moqueta de la sucursal de Novagalicia que hay en la rúa Ramón Franco. Entraban al banco, les recibía el hombre de confianza de siempre, les decía que aquello era seguro y el vecino/cliente/amigo/pariente pisaba la trampilla.
Hubo a quienes les dieron cambiazo sin avisar. Hubo analfabetos de los de no saber leer que fueron esquilmados tras firmar con la huella dactilar. Luego estuvo lo de Rosiña.
Cuando María del Carmen rompió aguas y la hija le nació al bies, Juan -el marinero que no sabía nadar- estaba en la mar. De aquel parto nació este sol. Grandón. Borrachito de besos. Ciego de abrazos. Pero Juan y María no se dejaron arredrar: la niña tenía casi un 80% de discapacidad, y qué. Juan trabajaba desde los 10 años. María del Carmen era capaz de desollarse nudillos y rodillas fregando escaleras. Todos los dolores de fin de mes serían por Rosa María.
«Empezamos desde cero. No teníamos luz. Mi marido andaba hasta seis meses en la mar. Nunca salimos del pueblo. Nunca gastamos. Nunca tiramos el dinero. Si nos privamos de todo fue para que estudiara el hijo. Y para que Rosiña tuviera algo. Poco. Lo que se pudiera».
-¿Pero esto será algo seguro? -le inquirió al del banco-. Es para la Rosiña y no queremos tocarlo.
-Seguro, no. Segurísimo.
Habla despacio María del Carmen, que ya no puede trabajar a causa de la fibromialgia. Responde apoyado en las muletas Juan, baldado a causa de una estenosis medular.
Y Rosiña mira a un lado y a otro, como si viera una final Nadal-Djokovic. Palmaditas muy rápidas cada vez que termina un punto. Sonrisa sin venir a cuento en este silencio de tierra batida que es la madre.
«En el pueblo nos tocó la lotería, pero al revés», resume Arximiro este cuadro. «Nos robaron».
Amanece y María del Carmen despierta a Rosa para bañarla.
-Mamá, ¿devolvieron ya el dinero?
A la hora de comer, a la hija le asalta una duda.
-¿Qué hicieron con mi dinero?
Antes de dormir, tras los besos en la frente -mua, mua, mua...-, «la cría» hace cuentas.
-Madre, ¿y mañana me lo darán?
«Y así un día, y otro, y otro, a todas horas desde que nos enteramos en mayo... Ay, filliña mía».
La historia nos la contó palidísima María del Carmen, confundida entre un centenar de vecinos que se manifestaba a las puertas de la oficina de Novagalicia, el improvisado muro de las lamentaciones de El Rosal.
Un total de 10 millones de euros han volado entre los ahorradores del concello y la solución se cuece hoy en una marmita aderezada por la entidad bancaria, la conselleria de Industria y la propia Xunta de Galicia. Un guiso que no sacia.
María del Carmen ya le ha dicho a la hija que no irán a la pizzería. Con los 14.000 euros, la fibromialgia dolía menos. Y era menos incapacitante la estenosis medular. María del Carmen entiende todo y asiente. Lo de que ella firmó. Lo de que no leyó. Lo que quieran.
Pero quién. A ver, quién rescata ahora a Rosiña.
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pantuflo- Moderador
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Re: una historia preferente
pedro simon. el mundo
pantuflo- Moderador
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