javier cercas en el pais
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El Mito :: Miscelánea :: Tema Libre
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javier cercas en el pais
Una frase: "Exigimos una campaña legal contra quienes propagan mentiras políticas deliberadas y las diseminan a través de la prensa". ¿Quién escribió eso? Adolf Hitler, en 1920. ¿Qué significa eso? Significa, al menos, que hay que desconfiar de los cruzados contra el embuste, porque el énfasis en la verdad delata casi siempre al mentiroso. En el periodismo también ocurre: nunca faltan los paladines del oficio que tratan de esconder sus mentiras indudables denunciando las falsas mentiras de otros. La argucia suele funcionar. Tanto que ha habido quien, embalado por el éxito de sus anatemas, ha llegado a exigir que incluso lo que se cuenta en las novelas sea verdad; fantástico: dado que, como dice Vargas Llosa, escribir novelas consiste esencialmente en mentir -en mentir con la verdad, claro está, en contar una mentira factual para decir una verdad moral-, exigirle a un novelista que no mienta viene a ser como exigirle a un delantero centro que no meta goles.
El mejor lugar donde asediar la verdad factual del presente es el periódico. ¿Quiere esto decir que hay que exigir que todo lo que se cuenta en el periódico responde a la verdad de los hechos? A mi juicio, no. Y pongo un ejemplo. Imaginemos que Juan José Millás publica un artículo en el que, impostando la voz de una mujer, cuenta que se despierta de madrugada, va a la cocina a beber un vaso de leche y al abrir la nevera se encuentra dentro a su madre enana, con un cubata de Bacardí en una mano y un porro en la otra. Imaginemos también que ese mismo día recibe Millás una llamada del director del periódico. ¿Cómo estás, Juanjo?, dice el director. Bien, dice Millás. ¿Y usted? No tan bien, dice el director. Acabo de leer tu columna de hoy y no me ha gustado un pelo. No me joda, dice Millás. No te jodo, dice el director. En los periódicos no se cuentan mentiras, Juanjo: ni tú eres una mujer ni tu madre es enana; además, sé de buena tinta que no bebe una gota de alcohol y que ni siquiera fuma Rex, y por supuesto no me creo lo de que te la encontraras metida en la nevera. Mi madre está muerta, gime Millás. ¿Muerta?, vocifera el director. ¡Peor me lo pones! Mira, Juanjo, me estás confundiendo a los lectores: las mentiras las dejas para tus novelas, o para los relatos del verano; en todo lo demás, la verdad y solo la verdad, ¿estamos? Pero, señor director, intenta protestar Millás. No hay pero que valga, lo interrumpe el director. Este es un periódico serio, la tuya esuna columna de opinión y ahí no quiero jueguitos con la verdad y la mentira y la realidad y la ficción. Así que como vuelvas a repetir lo de hoy te quito la columna y te meto un paquete que te cagas. ¿Está claro?
De acuerdo: es un ejemplo extremo; y además un ejemplo inventado. Tomemos entonces un ejemplo real. El pasado 11 de enero, Francisco Rico, filólogo ilustre, publicó en este periódico un artículo contra la nueva ley antitabaco que concluía con el siguiente añadido: "En mi vida he fumado un solo cigarrillo". De inmediato le llovieron cartas de protesta al director. En ellas no se discutían los argumentos de Rico, que son válidos (o no) independientemente de que Rico sea o no fumador (porque la validez de un argumento es independiente de quien lo esgrime); en ellas se denunciaba su impostura: los autores de las cartas habían descubierto que Rico fumaba. Para la defensora del lector, que tomó cartas en el asunto, "lo que se plantea en este caso es hasta qué punto es lícito recurrir a una mentira para defender una verdad". Discrepo: lo que se plantea en este caso es hasta qué punto es lícito gastar una broma en un periódico. Porque, Dios santo, ¿acaso hace falta aclarar que la apostilla de Rico solo puede ser eso, una broma? Rico no es un fumador: es un hombre a un cigarrillo pegado, un tipo que, en sus innumerables clases, conferencias e intervenciones en prensa, radio y televisión, apenas ha aparecido sin un cigarrillo en la mano, o por lo menos jamás ha ocultado su vicio imparable. De modo que denunciar que Rico fuma es como denunciar que los niños no vienen de París. Rico dice que no ha fumado un solo cigarrillo en su vida como podría decirlo Santiago Carrillo o como Rafa Nadal podría decir que no ha cogido una sola raqueta en su vida o como yo, que fui alumno de Rico y llevo muy mal eso de que se metan con él, podría escribir un artículo titulado Rico, al paredón.
De acuerdo otra vez: el artículo ficticio de Millás y el artículo real de Rico son muy distintos; no obstante, ambos tienen una cosa en común: el humor. Y eso es, me temo, lo que no toleran los cruzados, ya sean los cruzados contra el embuste o los cruzados contra el tabaco, que tantas veces son los mismos. Rabelais los hubiera llamado agélastes, una palabra tomada del griego que significa los que no ríen, los que no tienen sentido del humor, esos individuos que, como recuerda Milan Kundera, "están persuadidos de que la verdad es clara, de que todos los hombres deben pensar lo mismo y de que ellos son exactamente lo que imaginan ser". Pero se dirá que todo esto atañe solo a una parte del periódico, a esas secciones donde, como en las columnas o en los artículos de opinión, son admisibles ciertas licencias, y no al resto, donde lo que debe imperar es la verdad factual; es cierto, pero añado una reflexión a esa certeza. Si aceptamos que la historia es, como dice Raymond Carr, un ensayo de comprensión imaginativa del pasado, quizá debamos aceptar también que el periodismo es un ensayo de comprensión imaginativa del presente. La palabra clave es "imaginativa". La ciencia no es una mera acumulación de datos, sino una interpretación de los datos; del mismo modo, el periodismo no es una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos. Y toda interpretación exige imaginación, aunque la imaginación necesaria para interpretar la actual revuelta árabe sea distinta de la necesaria para escribir una columna de Millás: esta equivale a la capacidad de inventar hechos; aquella, a la de relacionarlos. Flaubert sostenía que hay más verdad en una escena de Shakespeare que en todo Michelet; se refería a la verdad literaria, no a la histórica, a la verdad moral, no a la factual, así que no diré que hay más verdad en una columna de Millás que en todo el periódico: solo diré que un periódico está obligado a contar la verdad factual, pero, a menos que se rinda al chantaje de los agélastes, no debería prescindir de contar también la otra verdad, una verdad irónica y emancipada de la tiranía de lo literal. Por lo demás, tampoco niego que algún lector pueda confundir las cosas y creer que Rico no fuma y que la madre de Millás es una enana borracha y porrera, igual que no puedo negar que ha habido perturbados que, después de ver Superman, se han tirado por la ventana convencidos de que volarían; lo que sostengo es que ese es un riesgo que merece la pena correr, y que escribir para agélastes y perturbados es una falta de respeto al lector. Aunque se haga en nombre de la verdad.
Javier Cercas es escritor.
El mejor lugar donde asediar la verdad factual del presente es el periódico. ¿Quiere esto decir que hay que exigir que todo lo que se cuenta en el periódico responde a la verdad de los hechos? A mi juicio, no. Y pongo un ejemplo. Imaginemos que Juan José Millás publica un artículo en el que, impostando la voz de una mujer, cuenta que se despierta de madrugada, va a la cocina a beber un vaso de leche y al abrir la nevera se encuentra dentro a su madre enana, con un cubata de Bacardí en una mano y un porro en la otra. Imaginemos también que ese mismo día recibe Millás una llamada del director del periódico. ¿Cómo estás, Juanjo?, dice el director. Bien, dice Millás. ¿Y usted? No tan bien, dice el director. Acabo de leer tu columna de hoy y no me ha gustado un pelo. No me joda, dice Millás. No te jodo, dice el director. En los periódicos no se cuentan mentiras, Juanjo: ni tú eres una mujer ni tu madre es enana; además, sé de buena tinta que no bebe una gota de alcohol y que ni siquiera fuma Rex, y por supuesto no me creo lo de que te la encontraras metida en la nevera. Mi madre está muerta, gime Millás. ¿Muerta?, vocifera el director. ¡Peor me lo pones! Mira, Juanjo, me estás confundiendo a los lectores: las mentiras las dejas para tus novelas, o para los relatos del verano; en todo lo demás, la verdad y solo la verdad, ¿estamos? Pero, señor director, intenta protestar Millás. No hay pero que valga, lo interrumpe el director. Este es un periódico serio, la tuya esuna columna de opinión y ahí no quiero jueguitos con la verdad y la mentira y la realidad y la ficción. Así que como vuelvas a repetir lo de hoy te quito la columna y te meto un paquete que te cagas. ¿Está claro?
De acuerdo: es un ejemplo extremo; y además un ejemplo inventado. Tomemos entonces un ejemplo real. El pasado 11 de enero, Francisco Rico, filólogo ilustre, publicó en este periódico un artículo contra la nueva ley antitabaco que concluía con el siguiente añadido: "En mi vida he fumado un solo cigarrillo". De inmediato le llovieron cartas de protesta al director. En ellas no se discutían los argumentos de Rico, que son válidos (o no) independientemente de que Rico sea o no fumador (porque la validez de un argumento es independiente de quien lo esgrime); en ellas se denunciaba su impostura: los autores de las cartas habían descubierto que Rico fumaba. Para la defensora del lector, que tomó cartas en el asunto, "lo que se plantea en este caso es hasta qué punto es lícito recurrir a una mentira para defender una verdad". Discrepo: lo que se plantea en este caso es hasta qué punto es lícito gastar una broma en un periódico. Porque, Dios santo, ¿acaso hace falta aclarar que la apostilla de Rico solo puede ser eso, una broma? Rico no es un fumador: es un hombre a un cigarrillo pegado, un tipo que, en sus innumerables clases, conferencias e intervenciones en prensa, radio y televisión, apenas ha aparecido sin un cigarrillo en la mano, o por lo menos jamás ha ocultado su vicio imparable. De modo que denunciar que Rico fuma es como denunciar que los niños no vienen de París. Rico dice que no ha fumado un solo cigarrillo en su vida como podría decirlo Santiago Carrillo o como Rafa Nadal podría decir que no ha cogido una sola raqueta en su vida o como yo, que fui alumno de Rico y llevo muy mal eso de que se metan con él, podría escribir un artículo titulado Rico, al paredón.
De acuerdo otra vez: el artículo ficticio de Millás y el artículo real de Rico son muy distintos; no obstante, ambos tienen una cosa en común: el humor. Y eso es, me temo, lo que no toleran los cruzados, ya sean los cruzados contra el embuste o los cruzados contra el tabaco, que tantas veces son los mismos. Rabelais los hubiera llamado agélastes, una palabra tomada del griego que significa los que no ríen, los que no tienen sentido del humor, esos individuos que, como recuerda Milan Kundera, "están persuadidos de que la verdad es clara, de que todos los hombres deben pensar lo mismo y de que ellos son exactamente lo que imaginan ser". Pero se dirá que todo esto atañe solo a una parte del periódico, a esas secciones donde, como en las columnas o en los artículos de opinión, son admisibles ciertas licencias, y no al resto, donde lo que debe imperar es la verdad factual; es cierto, pero añado una reflexión a esa certeza. Si aceptamos que la historia es, como dice Raymond Carr, un ensayo de comprensión imaginativa del pasado, quizá debamos aceptar también que el periodismo es un ensayo de comprensión imaginativa del presente. La palabra clave es "imaginativa". La ciencia no es una mera acumulación de datos, sino una interpretación de los datos; del mismo modo, el periodismo no es una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos. Y toda interpretación exige imaginación, aunque la imaginación necesaria para interpretar la actual revuelta árabe sea distinta de la necesaria para escribir una columna de Millás: esta equivale a la capacidad de inventar hechos; aquella, a la de relacionarlos. Flaubert sostenía que hay más verdad en una escena de Shakespeare que en todo Michelet; se refería a la verdad literaria, no a la histórica, a la verdad moral, no a la factual, así que no diré que hay más verdad en una columna de Millás que en todo el periódico: solo diré que un periódico está obligado a contar la verdad factual, pero, a menos que se rinda al chantaje de los agélastes, no debería prescindir de contar también la otra verdad, una verdad irónica y emancipada de la tiranía de lo literal. Por lo demás, tampoco niego que algún lector pueda confundir las cosas y creer que Rico no fuma y que la madre de Millás es una enana borracha y porrera, igual que no puedo negar que ha habido perturbados que, después de ver Superman, se han tirado por la ventana convencidos de que volarían; lo que sostengo es que ese es un riesgo que merece la pena correr, y que escribir para agélastes y perturbados es una falta de respeto al lector. Aunque se haga en nombre de la verdad.
Javier Cercas es escritor.
pantuflo- Moderador
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Re: javier cercas en el pais
Me parece que Javier Cercas ha pasado por un momento de baja inspiración y ha tenido que aferrarse a una gilipollez mayúscula como es la "polémica" del escrito de Rico y la reacción de los lectores para escribir algo esta semana...
Y esto lo dice alguien que jamás ha leído el País ni ha escrito en el Mito...
Y esto lo dice alguien que jamás ha leído el País ni ha escrito en el Mito...
Invitado- Invitado
Re: javier cercas en el pais
joder para una vez que escribe algo sensato este hombre . a mi me parece maravilloso iba a destacar algunas cosas, pero tengo pereza . pero no va por el tema de los cigarros me va por otras razones . no se , lo he leido como el que va por una pista de esqui, deslizandose con la nieve perfecta, suavemente hasta el final, donde hay un bar maravilloso con patatas fritas con mayonesa y una coca cola de botella verde con hielo y limon.
pantuflo- Moderador
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Re: javier cercas en el pais
El periodista Arcadi Espada publicó ayer en el diario El Mundo una columna en la que difundía la falsa noticia de que el escritor Javier Cercas había sido detenido en el barrio madrileño de Arganzuela durante una redada contra una red de prostitución la semana pasada. La noticia circuló rápidamente por Internet y se convirtió en objeto de comentarios. El origen era un invento total. "Ni he estado nunca en Arganzuela ni me ha detenido la policía ni tengo nada que ver con eso. Es falso. No doy crédito. Esto no es humor, es una calumnia", protestó un "abrumado" Cercas en conversación con EL PAÍS.
La columna de Espada, ubicada en un espacio de opinión, daba detalles que no permitían adivinar que todo era un bulo. Hacía referencia a una operación policial que efectivamente existió -fueron detenidas 28 personas-, y sugería falsamente que la implicación de Cercas había sido publicitada por una cadena de televisión.
Arcadi Espada y Javier Cercas han mantenido -entre otras- una polémica pública a cuenta del uso de la ficción en el periodismo. Espada ya atacó en su día a Cercas por introducir elementos no reales en su novela Soldados de Salamina. Y, el pasado domingo, Cercas publicó una tribuna en este diario en el que defendía que, en ciertas ocasiones, el periódico pueda albergar artículos en los que "no todo lo que se cuenta responde a la verdad de los hechos". Lo hacía después de que el filólogo Francisco Rico utilizara ese recurso en otro artículo de opinión, donde atacaba la Ley del Tabaco y advertía que él no había fumado nunca, cuando en realidad es conocido que sí fuma y mucho.
Arcadi Espada se negó ayer, a preguntas de este diario, a precisar si lo que escribió en El Mundo pretendía ser ficción o realidad. "Mi columna está inspirada en la certeza de que Javier Cercas tiene razón desde hace años. Y el domingo pasado, en la tribuna que escribió en EL PAÍS, volvía a tener razón. Yo me he dado cuenta ahora, quizá tarde. Mi columna es un acto de contrición por mi parte", afirmó con mal disimulada ironía. Tras saber que Cercas se consideraba calumniado, añadió: "La figura de la calumnia está en manos de los jueces. Él tiene abiertas las puertas de los juzgados".
Algo que el autor de Anatomía de un instante no descarta. "Estoy estudiando ir a los tribunales o hacer un pronunciamiento público", adelantó Cercas. "Desisto de dialogar con Espada. Con él es imposible el diálogo. Es un fanático, un talibán. ¿Cuánto odio es necesario para que alguien quiera cargarse tu reputación ante tu familia y tus amigos? Me da pánico".
En su tribuna del pasado domingo, Cercas defendía lo que había hecho Francisco Rico -asegurar en el periódico que no fumaba, dando así más fuerza a sus argumentos contra la Ley Antitabaco, a pesar de que sí fuma- con esta reflexión: "Si aceptamos que la historia es, como dice Raymond Carr, un ensayo de comprensión imaginativa del pasado, quizá debamos aceptar también que el periodismo es un ensayo de comprensión imaginativa del presente. La palabra clave es 'imaginativa'. La ciencia no es una mera acumulación de datos, sino una interpretación de los datos; del mismo modo, el periodismo no es una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos. Y toda interpretación exige imaginación".
Cercas sabe que el ataque de Espada es una respuesta a ese artículo, pero sostiene que nada tiene que ver una cosa con la otra: "No solo no me replanteo lo que dije sino que me reafirmo. Lo de Rico era un chiste evidente y no hacía daño a nadie ni afectaba a sus argumentos. Esto es una calumnia. Si no somos capaces de ver la diferencia, yo me retiro. Yo siempre defenderé el derecho a la ironía, al humor. Si no podemos usar el humor, estamos sometidos a la tiranía de lo literal. Pero esto es una calumnia".
La columna de Espada, ubicada en un espacio de opinión, daba detalles que no permitían adivinar que todo era un bulo. Hacía referencia a una operación policial que efectivamente existió -fueron detenidas 28 personas-, y sugería falsamente que la implicación de Cercas había sido publicitada por una cadena de televisión.
Arcadi Espada y Javier Cercas han mantenido -entre otras- una polémica pública a cuenta del uso de la ficción en el periodismo. Espada ya atacó en su día a Cercas por introducir elementos no reales en su novela Soldados de Salamina. Y, el pasado domingo, Cercas publicó una tribuna en este diario en el que defendía que, en ciertas ocasiones, el periódico pueda albergar artículos en los que "no todo lo que se cuenta responde a la verdad de los hechos". Lo hacía después de que el filólogo Francisco Rico utilizara ese recurso en otro artículo de opinión, donde atacaba la Ley del Tabaco y advertía que él no había fumado nunca, cuando en realidad es conocido que sí fuma y mucho.
Arcadi Espada se negó ayer, a preguntas de este diario, a precisar si lo que escribió en El Mundo pretendía ser ficción o realidad. "Mi columna está inspirada en la certeza de que Javier Cercas tiene razón desde hace años. Y el domingo pasado, en la tribuna que escribió en EL PAÍS, volvía a tener razón. Yo me he dado cuenta ahora, quizá tarde. Mi columna es un acto de contrición por mi parte", afirmó con mal disimulada ironía. Tras saber que Cercas se consideraba calumniado, añadió: "La figura de la calumnia está en manos de los jueces. Él tiene abiertas las puertas de los juzgados".
Algo que el autor de Anatomía de un instante no descarta. "Estoy estudiando ir a los tribunales o hacer un pronunciamiento público", adelantó Cercas. "Desisto de dialogar con Espada. Con él es imposible el diálogo. Es un fanático, un talibán. ¿Cuánto odio es necesario para que alguien quiera cargarse tu reputación ante tu familia y tus amigos? Me da pánico".
En su tribuna del pasado domingo, Cercas defendía lo que había hecho Francisco Rico -asegurar en el periódico que no fumaba, dando así más fuerza a sus argumentos contra la Ley Antitabaco, a pesar de que sí fuma- con esta reflexión: "Si aceptamos que la historia es, como dice Raymond Carr, un ensayo de comprensión imaginativa del pasado, quizá debamos aceptar también que el periodismo es un ensayo de comprensión imaginativa del presente. La palabra clave es 'imaginativa'. La ciencia no es una mera acumulación de datos, sino una interpretación de los datos; del mismo modo, el periodismo no es una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos. Y toda interpretación exige imaginación".
Cercas sabe que el ataque de Espada es una respuesta a ese artículo, pero sostiene que nada tiene que ver una cosa con la otra: "No solo no me replanteo lo que dije sino que me reafirmo. Lo de Rico era un chiste evidente y no hacía daño a nadie ni afectaba a sus argumentos. Esto es una calumnia. Si no somos capaces de ver la diferencia, yo me retiro. Yo siempre defenderé el derecho a la ironía, al humor. Si no podemos usar el humor, estamos sometidos a la tiranía de lo literal. Pero esto es una calumnia".
pantuflo- Moderador
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Re: javier cercas en el pais
La cagan los dos pero mucho mas Arcadi, eso no es una broma, ni siquiera un buen ejemplo, es una puñalada trapera.
andaluxi- 1 Champions
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Re: javier cercas en el pais
Pues a mi me parece una pelea apasionante espero que sigan
pantuflo- Moderador
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Re: javier cercas en el pais
A mi también me parece un debate apasionante y que me ha hecho pensar. Lo que me pasa es que soy un perezoso y me da mucho palo ponerme a pensar. Porque cuando me pongo a pensar me obsesiono con ello y no puedo parar de pensar pensando como hacer para parar de pensar. Y voy y vengo pensando todo el dia, de aquí para allá y en la dirección contraria. Y pensando pensando se me pasa la hora del bocadillo y luego la del café, me pierdo el partido mio del Madrid de cada dia y, lo que es peor, que me olvido de pagar hasta la factura de la luz y luego me vienen con unos follones que para qué os voy a contar. Y todo esto me pasa por pensar y por eso no me extraña que Cercás y Espada se líen a golpes mentales de estilo y de contenido en el cuadrilátero de sus periódicos. Y es que pensar es peligroso y hay que tener cuidado con los pensamientos, que como te arreen con uno te pueden poner el ojo a la funerala y mandarte al hospital. Sobre todo cuando pensamos utilizando la segunda persona del singular para construir las frases. Si utilizamos la primera persona solemos pensar más amablemente, de manera más pacífica...y es que tendemos a ser más condescendientes con nosotros mismos. No es así señor Espada?
Y aquí lo dejo, de momento, que me parece que ya he pensado demasiado y necesito recuperar fuerzas para seguir pensando acerca de este apasionante tema.
Y aquí lo dejo, de momento, que me parece que ya he pensado demasiado y necesito recuperar fuerzas para seguir pensando acerca de este apasionante tema.
Blanco Nuclear- 1 Champions
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Fecha de inscripción : 08/03/2010
Re: javier cercas en el pais
En este tema apasionante que ha propuesto Pantu, quizá pensais que por mi comentario anterior le doy la razón a Cercás en la disputa que mantiene con Espada. Nada de eso. Creo sinceramente que los dos defienden con falsedad sus razones y por tanto considero que ambos se equivocan. Que se equivoquen los dos de los que hablamos me importa una mierda, para que os voy a engañar, pero lo que si me preocupa es que intenten confundirnos a los demás con sus mentiras estéticas y sus falsas verdades éticas.
Porque si Cercás tiene razón en la estética que propone, se equivoca en la falta de ética que defiende. Y si Espada acierta en la ética que propone, se equivoca en la estética con la que la defiende. Y la ética sin la estética, como al contrario, no sirven para nada mas que para vivir a costa de la ingenuidad y buena fé de los demás. Actitud intelectual esta que es propia de vividores de la pluma o del celuloide, además de ser una canallada.
A quién le importa si la abuela fuma o no fuma si se trata de proponer una actitud moral beneficiosa para el lector, que es la lucha contra el tabaquismo?, clama Cercás. A nadie pienso yo. Porque se trata de un tema menor, de moral de andar por casa. Pero eso no autoriza a utilizar estéticamente la mentira como medio periodístico para proponer una verdad cuando estamos ante un tema moral de mayor importancia. Como, por ejemplo, mentir respecto a la actuación de un gobierno para defenderlo ante la opinión pública, creyéndose legitimado para ello porque se está estéticamente convencido de que los otros son peores, lo hubieran hecho peor si estuvieran en el gobierno en las actuales circunstancias y, en definitiva, mejor quer no vengan porque más vale malo conocido que bueno por conocer. Que es la línea periodística que sigue el periódico en el que Cercás escribe y es lo que en el fondo Cercás pretende justificar; para lo que no duda en utilizar la oportunidad que le brinda su compañero en su artículo contra el tabaquismo. Eso no es ética es estética; y estética de lo más cutre. Porque ambas tienen sus límites. Y ese límite es la verdad de las cosas que se cuentan. Porque las personas tienen derecho a conocer la verdad y a no ser confundidas respecto a la realidad de los hechos y de lo que estos significan para su vida y la de los suyos. Con sus ventajas e inconvenientes. Lo que no se puede hacer es comer a la gente estéticamente el coco porque eres, o te crees, muy inteligente, y decir que eso es moral, es ético, cuando lo único que está diciendo es que eres estético es decir, una persona inteligente y culta capaz de influir en el criterio de los demás. Eso no es moral, y por eso su alusión a Hitler es de lo más esclarecedor y ahí se descubre Cercás y se quema en el fuego de sus propias palabras: porque lo que defiende él es exactamente lo mismo que dijo Hitler, ya que el dictador nazi intenta encubrir su propia falta de ética recurriendo a la estética, por eso habla de "mentira deliberada" y no de "falsas verdades". La primera expresión es un recurso estético, lleno de orgullo, y la segunda es ético, más humilde. Porque la mentira nunca tiene nada que ver con la verdad pero la falsa verdad puede tener algo que ver con ella, aunque no la respete en su totalidad. Y eso es lo que hace en definitiva Cercás, intentar justificar el uso estético de la mentira para defender la verdad, en vez de defender el uso ético de la falsa verdad o verdad a medias para justificar la mentira. Pero eso no lo quiere reconocer el escritor del Pais, porque le comprometería demasiado frente a su medio de comunicación, ya que de lo que se trata es de justificar otras mentiras y no de defender esta verdad.
Porque si Cercás tiene razón en la estética que propone, se equivoca en la falta de ética que defiende. Y si Espada acierta en la ética que propone, se equivoca en la estética con la que la defiende. Y la ética sin la estética, como al contrario, no sirven para nada mas que para vivir a costa de la ingenuidad y buena fé de los demás. Actitud intelectual esta que es propia de vividores de la pluma o del celuloide, además de ser una canallada.
A quién le importa si la abuela fuma o no fuma si se trata de proponer una actitud moral beneficiosa para el lector, que es la lucha contra el tabaquismo?, clama Cercás. A nadie pienso yo. Porque se trata de un tema menor, de moral de andar por casa. Pero eso no autoriza a utilizar estéticamente la mentira como medio periodístico para proponer una verdad cuando estamos ante un tema moral de mayor importancia. Como, por ejemplo, mentir respecto a la actuación de un gobierno para defenderlo ante la opinión pública, creyéndose legitimado para ello porque se está estéticamente convencido de que los otros son peores, lo hubieran hecho peor si estuvieran en el gobierno en las actuales circunstancias y, en definitiva, mejor quer no vengan porque más vale malo conocido que bueno por conocer. Que es la línea periodística que sigue el periódico en el que Cercás escribe y es lo que en el fondo Cercás pretende justificar; para lo que no duda en utilizar la oportunidad que le brinda su compañero en su artículo contra el tabaquismo. Eso no es ética es estética; y estética de lo más cutre. Porque ambas tienen sus límites. Y ese límite es la verdad de las cosas que se cuentan. Porque las personas tienen derecho a conocer la verdad y a no ser confundidas respecto a la realidad de los hechos y de lo que estos significan para su vida y la de los suyos. Con sus ventajas e inconvenientes. Lo que no se puede hacer es comer a la gente estéticamente el coco porque eres, o te crees, muy inteligente, y decir que eso es moral, es ético, cuando lo único que está diciendo es que eres estético es decir, una persona inteligente y culta capaz de influir en el criterio de los demás. Eso no es moral, y por eso su alusión a Hitler es de lo más esclarecedor y ahí se descubre Cercás y se quema en el fuego de sus propias palabras: porque lo que defiende él es exactamente lo mismo que dijo Hitler, ya que el dictador nazi intenta encubrir su propia falta de ética recurriendo a la estética, por eso habla de "mentira deliberada" y no de "falsas verdades". La primera expresión es un recurso estético, lleno de orgullo, y la segunda es ético, más humilde. Porque la mentira nunca tiene nada que ver con la verdad pero la falsa verdad puede tener algo que ver con ella, aunque no la respete en su totalidad. Y eso es lo que hace en definitiva Cercás, intentar justificar el uso estético de la mentira para defender la verdad, en vez de defender el uso ético de la falsa verdad o verdad a medias para justificar la mentira. Pero eso no lo quiere reconocer el escritor del Pais, porque le comprometería demasiado frente a su medio de comunicación, ya que de lo que se trata es de justificar otras mentiras y no de defender esta verdad.
Blanco Nuclear- 1 Champions
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